Antes del movimiento feminista, se suponía que las mujeres eran amables, de carácter dulce y sumisas, de la misma manera que se esperaba que los hombres fueran resistentes, ingeniosos y resilientes. Esta es una convención milenaria que ha ido pasando de generación en generación como símbolo de la fuerza patriarcal. En la mayoría de las organizaciones sociales notamos que los hombres están “ prohibidos” a llorar, ya sea por alegría o por tristeza. No obstante, las expresiones de ira son aceptadas como un signo de masculinidad.
Las cosas han comenzado a cambiar y la sociedad está reformulando su sistema de ideas, abrazando o acomodando la diversidad y la no uniformidad. En otras palabras, no tiene que cumplir con esas reglas a menos que así lo desee.
Esta imposición no es más que el resultado de una construcción construida para probar la masculinidad y la fuerza. Y como cada construcción, esto es solo una idea esquemática de cómo las personas deben actuar y reaccionar. No tiene en cuenta la bioquímica humana ni el procesamiento cerebral de una respuesta natural a los estímulos.
Como sucede con otras conductas socialmente impuestas, depende del individuo conformarse o no. Usted no es un robot que salió de una línea de producción. Como persona única, tienes derecho a expresar tus sentimientos como mejor te parezca.
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Si tuviéramos que prestar atención a cualquiera y todas las presunciones sociales, nuestras vidas serían insoportables. No importa lo que otros piensen de ti: sé sincero contigo mismo y llora todo lo que quieras.