Una cerveza en un pub provocaría una conversación. Un viaje solitario en el tren de Londres a Edimburgo. Sentado en un viaje en autobús. Charlando en línea en la tienda. Antes de Internet, los extraños tenían la misma fascinación por nosotros. Las reuniones con extraños son fugaces, ligeras y con frecuencia crían un lugar para la honestidad total. No hay razón para mentir. No hay nada en juego.
Seamos sinceros. Los extraños son interesantes. Ellos son lo desconocido. Ellos no te conocen, tu historia, tu foto de bebé o tu trasero desnudo. No saben que te mojaste los pantalones en el jardín de infancia o que tu primer amante te dejó por otra persona. Los extraños no juzgan tus errores de por vida. No saben cómo fracasaste en hacer el equipo, conseguir el trabajo que querías o el amante que te obsesionó. Los extraños no ven las líneas de su vida imperfecta. No saben cómo te sentiste desesperadamente solo en tu habitación en noches especiales. No pueden verte cantar canciones de los Beatles en el espejo sosteniendo un pincel como un micrófono. No pueden sentir tu corazón latiendo la noche en que perdiste tu virginidad, la forma en que sucedió o la edad que tenías.
Los extraños no conocen esos detalles de tu vida. Y sin embargo, y todavía. Entienden lo que significa ser humano. Ellos saben la diferencia entre el abuso y la amabilidad. Retroceden, sin mancha por nada de ti, libre de sus cargas, críticas, quejas, dolor y orgullo.
Los extraños no te conocen y, sin embargo, te entienden. Tal vez. Si les hace una pregunta personal, si se atreve a arriesgarse a pedir la opinión de alguien que está en ese asiento a su lado por solo 20 minutos, o el que está en línea, en Quora, por ejemplo. Tal vez te vean de una manera que otros no pueden ver. Tal vez esa frescura de perspectiva puede cortar a través del sesgo, las críticas. Los extraños lo ven fuera de una caja, un lugar más fiel a su destino que los supuestos ya formados de su familia.
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La razón por la que les hacemos preguntas personales y profundas a los extraños es porque queremos esa frescura, esa opinión imparcial, esa objetividad que nos puede acercar a la verdad. Los extraños son solo humanos con la capacidad de objetividad. Y así lanzamos nuestras preguntas al viento y esperamos que se quede en algún lugar real. Anhelamos que alguien nos “atrape” cuando todo lo demás falla o confunde. Quizás deseemos volver a empezar y los extraños nos den esa oportunidad.
Y esa es la belleza de preguntar a un extraño. Esa es la esperanza.