Si alguna vez descubro que alguien me ama profunda y silenciosamente, por un minuto me sentiré absolutamente extático. Halagado, maravilloso, hermoso. Pero sólo por un minuto.
Al minuto siguiente, me sentiré terrible y culpable.
No quiero que me pongan en un pedestal. No quiero ser un objeto de afecto, y no un compañero en una relación mutua. No quiero ser la razón de la agonía de otra persona.
Le rogaré que siga adelante. Exigiré que siga adelante. Estaré enfadado, molesto y despistado. Contaré todos mis defectos y le contaré todas las formas en que me equivoco. Intentaré convencerlo de que no vale la pena.
Me preguntaré si lo amo. Muchas veces. Pero sé que si lo hiciera, él ya habría sido parte de mi vida.
Ahí es donde se establece la determinación.
Lo voy a cortar. Espacio en blanco. Desapareceré tan bien como pueda. No todo el amor puede ser correspondido. No todos los corazones pueden ser salvados.
A veces, lo más amable que uno puede hacer es el paso más duro en el presente.