Hace décadas, cuando me importaba lo que la gente pensaba de mí, me enfrenté a algunas personas cuyos comportamientos consideraba ofensivos o groseros. Finalmente, cada uno admitió que sentían que no les había prestado la atención o el respeto que creían merecer (y, en esencia, intentaban hacérmelo saber).
Eso me ayudó a entender que sus problemas conmigo eran sus problemas y que simplemente no tenía sentido permitir que otros trataran sus problemas.
A partir de ahí, me di cuenta de que otorgar a otros el poder de juzgarme era el equivalente a suponer que eran de alguna manera más inteligentes, más perspicaces o que me entendían mejor que yo, sin esperar primero que demostraran que ese es el caso.
Todo cambió después de eso. Recuerdo a una mujer especialmente tímida y cáustica que gritaba acerca de cómo despreciaba dos cosas sobre mí. Lo primero fue que ella sabía que no me importaría en absoluto por lo que estaba a punto de regañarme (acepté). Me olvido de cuál fue la segunda queja.
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En ese sentido, sugeriría ignorarlo, compadeciéndolo y / o evitándola e invirtiendo el tiempo que estaría perdiendo en tratar de “levantarla” en descubrir los problemas psicológicos que causan que usted se preocupe y reaccione como usted. .