Porque el clasismo aún existe, por mucho que lo queramos negar.
No sé de qué país estás escribiendo, pero este es un gran problema en Estados Unidos. Tenemos esta mitología nacional de que las clases sociales no existen aquí: todos son iguales, a nadie le importa de dónde vienes o quién es tu familia, todos pueden levantarse y ser exitosos.
Ahora, admitiremos que hay discriminación económica, y admitiremos que existe discriminación racial, pero la idea de clasismo es casi invisible. El hecho es, sin embargo, que está a nuestro alrededor. Hay un millón de significantes diferentes de ser “clase baja” frente a “clase alta”, y la mayoría de ellos se adquieren de su educación y, por lo tanto, son difíciles de aprender. Su acento, la forma en que habla, la ropa que usa, el entretenimiento que le gusta y, por supuesto, el trabajo en el que trabaja.
Como señala, es probable que gane mucho más dinero que la mayoría de las personas que lo condescenden, pero no se trata de dinero. Al menos, no del todo. Te miran como un portero, y ser un portero es un trabajo de cuello azul que se considera de clase baja. La gente dirá que es porque es un trabajo no calificado y de baja remuneración, pero eso no es todo. Un estudiante graduado de la Ivy League en Historia del Arte cuya familia ha asistido a escuelas de alto nivel durante seis generaciones a menudo se considerará a sí mismo como “de clase alta” (ya sea conscientemente o no) y él pensará en el fontanero que instala su fregadero o el mecánico quien arregla su carro como “clase baja”. No es una cuestión de dinero, esos comerciantes especializados están ganando más dinero que el estudiante graduado, y es muy probable que continúen haciéndolo después de que se gradúe. Pero el arte es “de clase alta” y el cambio de las pastillas de freno es de “clase baja” y hay toda una serie de suposiciones sociales y sentimientos de superioridad que están de acuerdo con eso.
No hay una solución simple para esto, pero es importante que seamos conscientes de ello. Los estadounidenses rechazan legítimamente la idea de las clases hereditarias, pero todavía caemos en los mismos patrones ridículos, y reconocer que es el primer paso para mejorarlo.