A menudo, cuando estamos luchando, la última persona que queremos cargar con nuestras preocupaciones es la más cercana a nosotros. También podemos sentir que el que más nos ama será el menos objetivo de nuestra situación.
A veces, lo más que uno puede hacer por un ser querido que está sufriendo es retenerlo, ser más sensible a facilitar sus tareas rutinarias diarias y animarlo a buscar ayuda de otros (es decir, asesoramiento profesional), aunque nos duele no ser el alguien que puede “arreglarlo”, y nos hace sentirnos inadecuados, tal vez. Ahí es cuando nos damos cuenta de que no siempre se trata de nosotros.