“Salí” muy recientemente a uno de mis amigos más confiables. Esta fue la primera vez que se lo conté a alguien, a diferencia de que un terapeuta se lo dijo a ciertos miembros de la familia, y fui muy selectivo con respecto a quién elegí contarles.
El amigo al que salí fue uno que conozco desde la infancia, uno que me ha permanecido leal e exclusivo en ese período de tiempo. Le he hecho muchas pruebas y nunca me ha fallado. Algunas de las pruebas incluían confiarle secretos reales y falsos. Además, casi nunca me molesta, lo cual es un rasgo muy raro.
La conversación comenzó cuando estábamos solos, pasando el rato en mi casa. Después de un poco de diversión cooptándome, me senté a su lado y comencé a pedirle que escuchara todo lo que tenía que decir antes de emitir un juicio o decir algo. Y luego le dije. Lo expliqué en detalle, mis experiencias, cómo me identifiqué con otros como yo y cómo eso no me convierte en un monstruo. Pasó más de una hora antes de que terminara de hablar.
Él lo tomó muy bien. Lo aceptó como parte de mí tanto como el color de mis ojos, y seguimos con la vida como antes. Y es por eso que es mi amigo más confiable.