Una anécdota sobre cómo los adultos y los llamados guardianes se deterioran y afectan la personalidad de un niño, al etiquetarlo negativamente. Si este etiquetado continúa sin marcar, el niño comienza a creer que realmente se ajusta a la denominación.
Siguiendo ciertos patrones de comportamiento, los niños se describen fácilmente como: perezoso, descuidado, trabajador, ladrón, mentiroso, entrometido, etc.
Había un niño de 10 años que había perdido a su padre. Se alojaba en casa de su madre. Era una carga y no era bienvenido en la casa de esa madre. Fue hecho para trabajar mucho y siempre se le recordó que no servía para nada. Se enfatizó tanto su indignidad, que creció creyendo que era inútil (nalayak).
Se decidió enviarlo a un ashramshala donde los internos de su edad eran útiles y los maestros, considerados. Decidieron sacarlo del dilema y la falta de autoestima. Al enterarse de los juegos o las artes en las que tenía experiencia, organizaron competiciones en la escuela y organizaron las cosas de modo que ganara en la mayoría de los eventos (otros niños también fueron parte del secreto). No solo eso, ¡fue felicitado frente a los familiares que lo habían descartado como un novato!
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Con tal tratamiento de convalecencia y curación, poco a poco ganó confianza.
Leyendo esta anécdota, mis ojos se humedecieron. Las pequeñas acciones pueden hacer una gran diferencia, pero las palabras irreflexivas envenenan la mente lentamente.