Con solo 6’0 y un manso de 135 libras, puede que no sea el espécimen físico de Lebron James ni tenga el talento de Steph Curry. Pero lo que me falta en tamaño y talento lo compenso con la visión. Veo a la cancha como un maestro de ajedrez mientras evalúa su próximo movimiento. Enhebrar la aguja en pases de cancha cruzada, no hay mejor sensación que preparar a mi compañero para la rutina de rutina. El arte del pase me ha llevado a un viaje por todo el país, permitiéndome competir en torneos de primer nivel y ser parte de la máquina de baloncesto juvenil.
Como dice el comercial de State Farm: “Cuando la asistencia está en tu sangre, lo sabes”.