Creo que la culpa o la vergüenza son mejores términos que vergüenza para describir el sentimiento de ser atrapado haciendo algo mal. Creo que la vergüenza se refiere a la sensación de tener una identidad negativa, de ser intrínsecamente defectuoso o sin valor.
Una persona puede tener una reacción tanto de culpa como de vergüenza cuando se la atrapa en el acto de transgredir alguna regla o ley, pero es inapropiado si la transgresión es pequeña con efectos muy limitados en uno mismo o en otros. También es inapropiado si la persona lo siente y lo dice, y hace un intento de hacer las paces.
Sin embargo, sentir vergüenza por las pequeñas fallas es más común cuando un cuidador de la infancia tendía a hacer comentarios indignos sobre cosas menores, no perdonaba o hacía comentarios despectivos sobre el valor del niño sin ninguna razón, solo para ser malo.
Es mejor decirle a un niño que ha hecho algo mal, pero al mismo tiempo, aliente al niño a ser honesto, a admitir su error, a enmendarlo. Siempre se debe ofrecer perdón si el niño está dispuesto a disculparse sinceramente por lo que hizo, y tratar de hacerlo mejor la próxima vez.
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Esto me recuerda a una mujer que fue violada por un notorio asesino en serie, pero justo cuando estaba a punto de asesinarla, ella dijo: “Te perdono en nombre de Jesús”. De repente, dejó de hacer lo que estaba haciendo. Luego dijo: “No soy el tipo de persona”, y la dejó sola. Ella fue la única persona que sobrevivió a un encuentro con ese asesino. Creo que este incidente muestra el tremendo poder del perdón para permitir incluso a los criminales más endurecidos sentir que él tenía alguna cualidad redimible sobre sí mismo.