Es porque estamos diseñados de esa manera.
Nuestro funcionamiento cerebral está programado, a través de la selección natural, de tal manera que no nos sentimos eufóricos indefinidamente cada vez que ocurre un acontecimiento feliz en nuestra vida. Esto nos hace desear más y lograr mayores y mejores esfuerzos en la vida.
Digamos, por ejemplo, que pasas el examen realmente difícil o la promoción que siempre soñaste, si te sientes feliz por el resto de tu vida, estarás atrapado allí. No podrás imaginar sueños más grandes para ti mismo y terminarás siendo un bajo rendimiento.
Son estas largas luchas con la tristeza en la vida las que nos permiten desafiarnos a nosotros mismos y darnos cuenta de cosas que en algún momento de nuestra vida nos han parecido inalcanzables.